Por supuesto que el proyecto de las Hijas de María Auxiliadora en Zaragoza era montar un colegio en el que poder ofrecer a las alumnas una educación integral, donde formar “buenas cristianas y honradas ciudadanas”, como decía Don Bosco, pero vale la pena repasar las primeras Crónicas, para comprender hasta qué punto estaban imbuidas del carisma de María Mazzarello y de don Bosco.
Lo primero de lo que se ocuparon antes de tener un colegio, incluso antes de tener cuatro paredes donde albergarse, fue de organizar un Oratorio Festivo, al más puro estilo salesiano, para tener la oportunidad, a través de juegos y entretenimientos, de formar a las niñas y jóvenes del barrio, es decir, de educar también en el tiempo libre. Y parece ser que eran entre 250 y 300 niñas las que asistían todos los domingos, atraídas por la creatividad, la cercanía, el entusiasmo de las Hermanas y el cariño que les dedicaban.
Otra prioridad fue organizar la Escuela Nocturna para “jóvenes obreras”, que así se las nombra en las Crónicas. En una época en que la mujer tenía muy difícil el acceso a la educación, un compromiso fuerte de las Salesianas, como lo era de María Mazzarello, fue con la promoción de la mujer. Ya en octubre de 1946 comenzaron las clases para 24 jóvenes, que no habían tenido la oportunidad de hacer más que los estudios elementales. Estas alumnas que en su mayoría acudían después de la jornada laboral, se encontraban muy a gusto en un ambiente relajado y amable donde podían ampliar su cultura y aprender algún oficio con el que mejorar sus perspectivas de futuro.
El grupo de alumnas “nocturnas” que fue en aumento y estuvo siempre muy implicado con las Hermanas, constituyó el núcleo inicial de la Asociación de Antiguas Alumnas que tanto peso y tanta presencia tuvo en los primeros años del Colegio.
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