Fue en agosto de 1959 cuando se levantó un cobertizo sustentado por columnas, a modo de porche. Resultaba muy práctico para poder salir al recreo los días lluviosos. En esos días, las niñas se apiñaban bajo su techo y aunque tenían que renunciar a correr y moverse mucho, al menos podían tomar el aire.
Pero
este espacio, compartido por alumnas de todas las edades, solía estar bastante
concurrido y no sólo cuando llovía. El porche era utilizado para realizar
partidos de “balón prisionero”, juego que tenía muchas adeptas entre las más
mayores y también entre algunas Hermanas, a las que se podía ver a menudo, con
las mangas y el delantal del hábito arremangado, jugando con gran pasión y
entusiasmo ¡Un simpático espectáculo!
A su
vez, aprovechando las columnas, también había niñas más pequeñas jugando a “las
cuatro esquinas” o simplemente correteando de aquí para allá, jugando a “tula”
( tú la llevas) y procurando esquivar el balón. Incluso hubo una época en la
que algunas niñas patinaban haciéndose hueco entre las demás, porque era el
único espacio del recreo que estaba pavimentado.
El
porche, que al parecer era muy
característico en los colegios salesianos, fue sin duda, muy disfrutado y
aprovechado en nuestro colegio.
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